La Comisión Nacional Anticorrupción afrontó una dura arremetida por parte del gobierno correísta. Amenazas constantes, utilización de instituciones públicas para atemorizar y quebrar a sus integrantes, innumerables cadenas dedicadas a desprestigiarlos, repetidas sabatinas cargadas de odio y adjetivos, a través de esa primaria y cavernícola retórica que caracterizó al presidente de entonces, y hasta juicios como el que siguiera el ahora fugitivo excontralor de la República. Los miembros de la Comisión, a pesar de esos arteros ataques provenientes del corrupto y catastrófico régimen, apoyándose en su honestidad a toda prueba, en el prestigio y respeto del que gozan en la opinión nacional, nunca se dejaron amedrentar y, por el contrario, llevaron adelante un conjunto de denuncias sobre los negociados que, con alevoso y sinvergüenza descaro, cometieron decenas de altos funcionarios, varios de los cuales hoy disfrutan del dinero mal habido en sus dorados exilios.